
Defender la verdad de Cuba, razón de vida de tres jóvenes diplomáticos
Formar parte de esos hombres y mujeres que tienen la responsabilidad de defender —muchas veces de manera anónima— la verdad de Cuba en todos los rincones del mundo, es quizás el premio más gratificante para quienes eligen ser diplomáticos. Asdrúval de la Vega, Mirthia Julia Brossard Oris y Alejandro González Behmaras, lo confirman.
¿Por qué ser diplomáticos?
- Mirthia Julia (24 años): “Por el orgullo de representar a mi país y a quien más lo merece: el pueblo”.
- Asdrúval (26 años): “El reto de seguir poniendo en alto el nombre de Cuba en todo el mundo”.
- Alejandro (33 años): “El hecho de que no vendes posiciones, que no haces nada por dinero, sino por representar dignamente al pueblo cubano”.
ISRI, el punto de partida
En el Instituto de Relaciones Internacionales “Raúl Roa” está la mayoría de las respuestas. La formación que allí se brinda “es bastante integral, necesaria, sienta la base fundamental para que una vez graduados tengamos capacidad para trabajar no solo en el Minrex, sino también en las direcciones de relaciones internacionales de un organismo de la administración central del estado, o de cualquier organización no gubernamental de las que tiene Cuba”, cuenta Asdrúval, de La Habana.
Para él son componentes importantes las enseñanzas que ofrecen gran parte de los profesores existentes en el ISRI, así como la estructuración del plan de estudio de la carrera, perfectible, pero bastante completo, que otorga herramientas desde el punto de vista del conocimiento, de materias significativas como son la Economía y el Derecho Internacional.
Esas enseñanzas, dice, hace que “salgamos con mucho más compromiso con la Revolución y con nuestro país”.
Una vez graduados, los jóvenes llegan al MINREX “con muchos deseos de aprender, expectativas, ganas de hacer por el país y por este propio organismo”, asegura Mirthia, la santiaguera. “El joven es una inyección positiva al ministerio, forma parte de la entrega, del compromiso y, a la vez, incorpora un poquito de esas ganas de hacer y vivir que nos da la propia edad”.
Y la mejor “sorpresa” es constatar que “el MINREX es casi una extensión del ISRI, que tus compañeros de aula, de pasillo, con los que compartiste tantas cosas dentro de la FEU y la juventud, hoy forman parte de tu vida laboral. Esto te da mucha tranquilidad y confianza”, argumenta.
A su juicio, “no solo se puede ver a los jóvenes dentro del MINREX como un sector dentro de él, sino allí, con el resto de los compañeros. Es ese binomio perfecto el que hace que del ministerio sigan saliendo muchísimas cosas positivas y habiendo en todo lo que hacemos un gran entusiasmo y compromiso”.
Alejandro, con cinco años de profesión, también reconoce las enseñanzas de los veteranos. “Tenemos la dicha de coexistir en el tiempo con personas que han estado en momentos cumbres de la política exterior cubana, quienes constituyen una fuente inagotable de experiencia”.
En el MINREX la confianza hacia los jóvenes no se hace esperar. Nunca ha habido un divorcio entre las generaciones. “Tengo compañeros que al año de estar trabajando y ser especialistas de un país, son quienes atienden al presidente de esa nación si llega en visita oficial a Cuba”, dice.
El peso de esa responsabilidad también lo valora Asdrúval, quien trabaja en el área de Análisis y Asuntos Legales de la dirección de Estados Unidos. “Es un orgullo y un reto poder estar en una dirección tan importante para la cancillería y el país, porque EE.UU. es el enemigo histórico de la Revolución, la principal amenaza para la seguridad nacional cubana. Sentimos que estamos, de alguna manera, en una de las primeras trincheras de combate”.
Desde que se retomó la licenciatura en Relaciones Internacionales y el diplomado, el protagonismo de los jóvenes en el MINREX ha ido creciendo paulatinamente. “Creo que será así en los próximos años. Los jóvenes vienen con muchas ganas de trabajar”, sintetiza.
De la oficina y el aula hacia afuera
De política, como es obvio, se habla en el ISRI y en el MINREX. Pero también de arte, de música, de deporte. El movimiento cultural de ese centro de altos estudios es sumamente fuerte, también el deportivo.
Asdrúval recuerda que casi todos los años han ganado una copa per cápita de los Juegos Caribe de la Universidad de La Habana. Por otro lado, el movimiento de teatro del ISRI se ha trazado el objetivo de ir más allá de los festivales y obtener premios, para llegar hasta las comunidades.
“Recuerdo experiencias muy gratas en la Escuela de Formación Integral con muchachos que incluso habían cometido delitos. Cuando uno ve que está haciendo algo fuera de las fronteras de la universidad y que tiene un impacto real en la vida de otras personas, es muy gratificante y contribuye a nuestra formación como jóvenes revolucionarios”, relata recordando su paso por el grupo de teatro del Instituto.
Ese empuje más allá de las aulas y oficinas emergió, por ejemplo, cuando el tornado en La Habana. “Fuimos de los primeros que nos movilizamos para ayudar a los damnificados”.
Y ese vínculo es fundamental, porque “en el mismo momento en que empiecen a existir lejanías entre el funcionario cubano y el pueblo, hay una contradicción totalmente antagónica. No se puede tener lejanía con quien se representa y con quien hace la diplomacia”, comenta Mirthia.
Fidel y su impronta en la política exterior
Alejandro trabaja en el área multilateral del MINREX, en la que Fidel es sin dudas la impronta permanente. “No se puede analizar la magnitud del prestigio de Cuba sin tener en cuenta su pensamiento y obra en favor de las causas justas”.
“Los que hemos tenido la responsabilidad de estar en los escenarios multilaterales, sabemos que cuando pedimos la palabra nos escuchan; eso a uno lo llena de orgullo porque no solo se debe a la resistencia heroica de nuestro pueblo, sino también a la genialidad en política exterior de nuestro Comandante en Jefe”, reconoce.
Precisamente —acota— por habernos preocupado por la suerte de millones de seres humanos, por defender la causa del pueblo palestino, del puertorriqueño, por ejemplo, es que Cuba tiene el caudal político suficiente para sentarse de tú a tú con un miembro permanente del Consejo de Seguridad en Naciones Unidas y decirle: “No estoy de acuerdo con lo que usted está diciendo por muy miembro del Consejo de Seguridad que usted sea, por muy gran potencia que usted sea, nosotros, los pobres y desposeídos de este mundo tenemos derecho, y no nos pueden pasar por arriba”.
Este joven asegura que la nueva generación que está entrando al MINREX tiene plena confianza en que la dirección del país sabrá mantener esos éxitos cosechados, en particular los logros políticos de Fidel y de grandes hombres como Roa, Carlos Rafael Rodríguez y otros tantos, que dejaron su impronta en la política exterior.
“No me cabe duda de que vivimos tiempos extremadamente complejos, en los que mucha gente podrá pensar que no está Fidel, que la dirección de la Revolución ha cambiado y que es el momento de apostar a que los cubanos olviden lo que los ha hecho llegar hasta aquí. El presidente, cuando asumiera su cargo, de manera muy clara aclaró: “Que nadie espere a que cambiemos”. Me parece que esa idea también significa que Cuba seguirá defendiendo la política exterior de Fidel, porque como mismo hemos tenido una sola Revolución, tenemos una sola política exterior”.
“Si algún día alguien tuviera una duda de cómo actuar, si alguien no recibiera una instrucción a tiempo de cómo proceder ante un fenómeno de la política exterior, creo que tendría que cerrar los ojos y pensar en cómo actuaría Fidel. Me parece que con eso estamos más que protegidos”, reafirma.
Criterio similar comparte su colega Asdrúval, quien coincide en que si Cuba ha logrado convertirse en una potencia diplomática, fue por el arduo trabajo del Comandante en Jefe y su capacidad para predecir el futuro.
De acuerdo con este diplomático, el mérito de la política exterior cubana es de “haber pasado de ser un país aislado de la comunidad internacional, donde prácticamente todas las naciones de América Latina nos dieron la espalda cuando triunfó la Revolución, a otro totalmente distinto donde es reconocida, por su prestigio y logros”.
Para Mirthia, el líder de la Revolución debe ser un libro que guíe nuestro curso de acción. Hay que leerlo y entender su pensamiento político. “Fidel es lo que se ha construido, es lo que hoy se mantiene, y es también lo que se construirá en Cuba. Para mí no tiene límites temporales, no podemos pensarlo como pasado”.
¿Qué distingue al diplomático cubano?
Su vocación de servicio público, sintetiza Alejandro. “Nosotros cuando estamos dentro y fuera de Cuba, representamos a nuestro Estado y pueblo, a diferencia de lo que ocurre con otros servicios donde el diplomático solo representa al primero”.
“Tenemos que ser una diplomacia, como creo que somos, extremadamente comprometida con su pueblo. No creo que seamos de aristócratas, ni de grandes familias de abolengo. En nuestro ministerio hay personas de todos los sectores de la sociedad: jóvenes que estudiaron en una escuela de deportes, trabajadores sociales de los programas de la Revolución, graduados universitarios, estudiantes de la licenciatura”.
De acuerdo con el joven diplomático, esta naturaleza les permite estar con los oídos pegados al pueblo, a su esfuerzo, a lo que siente y padece. “Sería muy difícil representar los intereses del pueblo cubano sino formas forma parte de él”.
Hay exigencias para él imprescindibles. “Debemos ser modestos, porque somos un pueblo así, humilde, en desarrollo, sin grandes lujos y recursos, y nuestra diplomacia tiene que serlo también. Además, tenemos que evitar la chapucería y la improvisación, porque el éxito de nuestra labor está en los pequeños detalles, sobre todo cuando uno viene de un país donde por las dimensiones y la capacidad económica, no podemos darnos el lujo de la torpeza en la diplomacia”.
Esta responsabilidad se vuelve mayor cuando los resultados en los foros multilaterales y en las relaciones bilaterales van más allá de gestiones individuales o negociaciones. “Hay una palabra mediante que significa mucho compromiso y no lo es solo para los cubanos, sino también para los que no lo son, es precisamente Cuba, como luz inspiradora”, aprecia Mirthia.
“Los cubanos somos muy diversos en criterios y opiniones, sin embargo, el orgullo por lo que hemos construido es algo que nos une y nos seguirá uniendo”, acentúa.
Por eso Asdrúval elige la autenticidad como aspecto distintivo de los profesionales en Relaciones Internacionales. “El diplomático cubano difiere en muchas características del resto. En primer lugar, porque tiene que enfrentarse a dinámicas a las que no se enfrentan otros, con el reto de mantener la dignidad de nuestra nación”.
“Cuando vemos el tamaño de Cuba, los recursos con los que cuenta, su población y el PIB, nos percatamos de que somos una potencia diplomática, quizás la primera del mundo en ese sentido, porque hemos desarrollado una política exterior de país desarrollado cuando en realidad no lo somos, con muchas carencias. Eso tiene que vivirlo el diplomático cubano”.
Esos hombres y mujeres asumen un reto permanente: “La diplomacia cubana sufre un hostigamiento constante por parte del gobierno de Estados Unidos, que no lo sufren otros países. Tenemos la capacidad para no ceder ante las amenazas y chantajes del gobierno estadounidense, cuando otros países del mundo desgraciadamente sí lo hacen”.
La Patria, resume, tiene que ser sagrada para los diplomáticos cubanos y en función de eso hay que dirigir siempre el trabajo, no se puede permitir que se intente violentar o renunciar a ninguno de los principios que ha mantenido Cuba durante toda su historia, es lo que nos ha permitido llegar hasta aquí.